Redacción
Guanajuato- Carlos Jesús González Mendoza, un joven de 21 años originario de Juventino Rosas, perdió la vida en un bombardeo ruso el pasado 22 de agosto, en lo que fue su primera incursión como soldado defendiendo territorio ucraniano. Motivado por un profundo deseo de servir y ayudar, Carlos decidió unirse a las fuerzas armadas de Ucrania, donde, a pesar de su corta experiencia militar, se enfrentó a las duras realidades del conflicto bélico.
Nacido en una casa en pleno centro de Juventino Rosas, Carlos fue criado por su abuela Edith García, quien lo describe como un joven cariñoso, soñador y con un fuerte deseo de hacer la diferencia en el mundo. Antes de partir hacia Ucrania, Carlos había formado parte de la Guardia Nacional durante un año, pero su experiencia en combate era limitada. En junio del año pasado, decidió emprender un nuevo camino al enlistarse en el ejército ucraniano, con la esperanza de ayudar a quienes más lo necesitaban en medio de la invasión rusa que comenzó en febrero de 2022.
A pesar de la preocupación de sus familiares por los riesgos que enfrentaba, Carlos mantuvo su determinación. Su abuela y su tía, Judith, respetaron su decisión, aunque sabían que las posibilidades de regresar con vida eran escasas. “El riesgo, pues ya se sabía que es muy alto, él lo quiso correr en aras de unos ideales, entonces pues muy respetable su decisión”, comentó el alcalde de Juventino Rosas, Fernando Gasca, quien ofreció apoyo a la familia de Carlos y expresó sus condolencias en nombre del gobierno municipal.
En la comunidad de Juventino Rosas, conocida por la violencia generada por el Cártel de Santa Rosa de Lima, la historia de Carlos ha conmovido a los habitantes. Muchos lo recuerdan como un joven valiente que, al ver en las noticias los horrores de la guerra, decidió actuar para proteger a niños y ancianos en un país lejano.
La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), a través de la Embajada de México en Ucrania, ha establecido contacto con la familia de Carlos para proporcionar la asistencia consular necesaria. A sus 21 años, Carlos no dejó hijos ni pareja, pero su legado de valor y determinación perdurará entre quienes lo conocieron. Su madre, su hermano menor Aarón, y su abuela Edith, enfrentan ahora el dolor de su pérdida, pero también el orgullo de haber visto a Carlos luchar por sus ideales.
Judith, su tía, reflexionó sobre la tragedia de la guerra y la humanidad compartida de todos los jóvenes involucrados en ella. “Es guerra. Yo pienso mucho en las mamás de esos muchachos… Quisiéramos la paz de todo el mundo”, dijo con tristeza, pero sin rencor.
Con información de Excelsior
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