Vaticano— El último viaje del Papa Francisco fue como él quería: sencillo, emotivo y cercano a la gente. Cerca de 200 mil fieles abarrotaron ayer la Plaza de San Pedro para despedir al Pontífice argentino, en un funeral que combinó la solemnidad religiosa con la relevancia política mundial.
El Vaticano estalló en aplausos, lágrimas y muestras de agradecimiento cuando el féretro de Francisco se inclinó por unos minutos para decir adiós a sus fieles. La ceremonia, celebrada en la escalinata de la Basílica de San Pedro, reunió a más de 50 mandatarios y una docena de monarcas, con representación oficial de 160 delegaciones diplomáticas, convirtiendo al corazón de la Iglesia católica en el epicentro de la diplomacia internacional.
Roma se blindó ante la llegada de líderes mundiales como el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el francés Emmanuel Macron, el ucraniano Volodymyr Zelensky y el británico Keir Starmer. La presencia latinoamericana estuvo encabezada por los presidentes Javier Milei (Argentina), Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), Daniel Noboa (Ecuador) y Xiomara Castro (Honduras). Por parte de México, asistió la Secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez.
Tras la misa, el cortejo fúnebre partió en un recorrido solemne de seis kilómetros hacia la Basílica de Santa María la Mayor, en un gesto inédito que permitió a los ciudadanos despedirse del Papa durante el trayecto. Finalmente, Francisco fue sepultado en una pequeña tumba de mármol, a puerta cerrada, cumpliendo así su deseo de un adiós humilde.
Este histórico funeral no solo marcó el final de una era para la Iglesia católica, sino también un momento de profunda reflexión global sobre el legado del primer Papa latinoamericano.
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