Ciudad del Vaticano- “Quien entra en un cónclave como papa, lo deja como cardenal”, reza un viejo refrán italiano que advierte sobre los pronósticos antes de la elección papal. Sin embargo, tras la muerte del Papa Francisco el 21 de abril a los 88 años, varios nombres ya suenan como “papables” para sucederlo en el trono de San Pedro. A continuación, una mirada a los principales aspirantes, en orden alfabético.
Jean-Marc Aveline, arzobispo de Marsella, es considerado un discípulo ideológico de Francisco. Conocido por su cercanía con los migrantes y el diálogo interreligioso, destaca además como intelectual con formación en teología y filosofía. Su ascenso meteórico en la Iglesia ha sido notable durante el pontificado de Francisco. De ser elegido, sería el primer papa francés desde el siglo XIV y el más joven desde Juan Pablo II, aunque su limitada fluidez en italiano podría jugarle en contra.
Peter Erdö, cardenal húngaro, es visto como un conservador moderado, con influencia en Europa y África. Aunque fue crítico durante la crisis migratoria de 2015, su dominio de varios idiomas y perfil diplomático le posicionan como un candidato de equilibrio entre las distintas corrientes eclesiásticas. Su estilo reservado puede jugar a favor si se busca un liderazgo más discreto tras la intensa actividad de Francisco.
Mario Grech, maltés, ha sido una figura clave en el proceso sinodal impulsado por el Papa. Su evolución de conservador a reformista lo ha colocado en el radar como una figura de consenso. Aunque ha generado polémicas por sus posturas sobre temas LGBTQ+ y asuntos doctrinales, su cercanía con Francisco y su habilidad para construir puentes lo hacen un fuerte contendiente.
Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, es considerado un reflejo del pensamiento social y pastoral de Francisco. Su trayectoria misionera, labor humanitaria y liderazgo eclesiástico en España lo respaldan. No obstante, su proximidad con el pontífice saliente podría restarle apoyo si el cónclave opta por un cambio de rumbo.
Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, es uno de los candidatos más mencionados. Italiano, con una carrera diplomática extensa, su perfil tecnocrático y moderado podría devolver el papado a Roma tras décadas de liderazgo extranjero. Ha sido clave en negociaciones delicadas con regímenes como el chino y el venezolano, aunque sus detractores critican su postura sobre las iglesias locales y temas LGBTQ+.
Luis Antonio Gokim Tagle, filipino, combina sensibilidad pastoral con experiencia en organismos vaticanos. Su paso por Caritas Internationalis y el Dicasterio para la Evangelización refuerzan su perfil de “Francisco asiático”. Sin embargo, su implicación indirecta en los problemas de gestión de Caritas podría mermar sus posibilidades.
Joseph Tobin, estadounidense y arzobispo de Newark, es un improbable pero interesante aspirante. Su manejo transparente de escándalos sexuales y su postura abierta hacia los fieles LGBTQ+ le dan una imagen progresista. A pesar de sus credenciales, la tradición no escrita de evitar un papa estadounidense pesa sobre su candidatura.
Peter Turkson, de Ghana, ha sido durante años una figura destacada en el Vaticano y representa la fuerza creciente del catolicismo africano. Su perfil pastoral, unido a su experiencia en el gobierno eclesial, podría hacerlo el primer papa del África subsahariana. Su origen humilde y su capacidad de comunicación son considerados grandes activos.
El Colegio Cardenalicio, compuesto por 136 cardenales electores, tendrá la responsabilidad de discernir qué tipo de liderazgo necesita la Iglesia para enfrentar los desafíos del siglo XXI. Sea cual sea la elección, marcará una nueva etapa tras un pontificado marcado por la reforma, la cercanía pastoral y la apertura social.
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