Vaticano- Con el fallecimiento del Papa Francisco este lunes a los 88 años, el Vaticano ha activado el protocolo de sucesión papal, una tradición milenaria que culmina con el anuncio del nuevo líder de la Iglesia Católica mediante la emblemática señal del humo blanco en la chimenea de la Capilla Sixtina.
El actual sistema de elección tiene sus raíces en el decreto promulgado en 1059 por el Papa Nicolás II, que otorgó a los cardenales obispos la responsabilidad de elegir al pontífice, reduciendo así la influencia de la aristocracia romana. Esta medida sentó las bases para la creación formal del Colegio Cardenalicio, establecido en 1150.
Actualmente, este cuerpo está integrado por 252 cardenales, aunque solo 138 tienen derecho a voto por ser menores de 80 años, según lo estipulado por el derecho canónico. De estos, seis son de nacionalidad mexicana, aunque solo dos podrán participar en el cónclave.
¿Quiénes son los cardenales mexicanos con derecho a voto?
El arzobispo primado de México, Carlos Aguiar Retes, y el arzobispo de Guadalajara, Francisco Robles Ortega, son los únicos cardenales mexicanos en condiciones de votar por el nuevo Papa. Aguiar Retes, originario de Tepic, fue ordenado cardenal por el Papa Francisco en 2016 y ha sido una figura central en la vida eclesial del país. Por su parte, Robles Ortega fue nombrado cardenal por Benedicto XVI en 2011 y ha sido un firme defensor de los valores tradicionales dentro de la Iglesia.
Otros cardenales mexicanos, como Alberto Suárez Inda, Felipe Arizmendi Esquivel, Juan Sandoval Íñiguez y Norberto Rivera Carrera, ya superan el límite de edad establecido, aunque siguen formando parte del Colegio Cardenalicio en calidad de eméritos.
El ritual del cónclave
De acuerdo con National Geographic, el cónclave comenzará entre 15 y 20 días después del fallecimiento del pontífice, con el fin de dar tiempo a los cardenales de todo el mundo para trasladarse al Vaticano. Durante este proceso, los cardenales permanecen completamente aislados del mundo exterior en la Capilla Sixtina, donde juran confidencialidad y votan en secreto.
El proceso de elección consta de tres etapas: preescrutinio, escrutinio y postescrutinio. Tras la votación, las papeletas se queman en una estufa especial. El color del humo —negro si no hay consenso, blanco si hay un nuevo Papa— se logra mediante mezclas químicas precisas: clorato potásico, lactosa y resina de conífera para el blanco; perclorato potásico, antraceno y azufre para el negro.
La muerte del Papa Francisco marca el fin de una era de reformismo e impulso por una Iglesia más cercana a los marginados. Su sucesor deberá continuar —o redirigir— el rumbo de una institución que, con más de mil millones de fieles, sigue siendo un actor central en la escena religiosa y política del planeta.
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